Seguro que esta semana estás hasta el moño (en el caso de que lo tengas) de artículos como este:

http://ccaa.elpais.com/ccaa/2015/06/09/catalunya/1433880126_591501.html

El caso es que nos hemos puesto a revisar artículos de prensa y lo que nos encontramos es que han conseguido convertir en noticia una figura retórica que se estudia en todos los temarios de Lengua Española y que conseguido colarse a través de la LODE, LOGSE, LOMCE y demás siglas que han puesto patas arriba, abajo y de lado el sistema educativo en nuestro país.

¿Y si supieras que usas catáforas muy a menudo? Y anáforas, metáforas…

Como siempre, nuestra memoria es selectiva, y lo que para unos es imborrable, para otros pasa sin pena ni gloria. Y me parece normal. ¿Qué voy a decir yo si no sé ni hacer una raíz cuadrada de las fáciles?

Pero vamos al grano:

La anáfora y la catáfora son dos procedimientos de cohesión textual, o sea, que se usan para no tener que repetir palabras innecesariamente.

Los pronombres en posición anafórica o catafórica son aquellos que pueden ir después o antes del nombre al que se refieren. Con un para de ejemplos seguro que te queda claro: 

ANÁFORA: hace alusión a un nombre que viene antes en el discurso. EJEMPLOMaría no se rinde, ella es una luchadora.

En este caso el nombre va antes y el pronombre se coloca a continuación para no ser repetitivo. Regla nemotécnica que puede ser útil: ANAfora_nombre_ANtes.

CATÁFORA: primero el pronombre y después el nombre al que se refiere. EJEMPLOLe dije a Juan que estudiara. Regla nemotécnica: por descarte de lo anterior.

Por supuesto que se incluyen todo tipo de pronombres (posesivos, demostrativos…).

Un ejemplo muy claro de referencia catafórica podría ser el de las enumeraciones.

EJEMPLOAllí estaban todasAna, Marta, Belén

Y no solo pronombres, también hay adverbios que realizan las funciones catafóricas y anafóricas.

Me voy de vacaciones a Japónallí haré un curso de japonés.

Anáfora o catáfora. ¿A que ahora te suena?

Elaborado con las definiciones del Prof. Luciano, que con resignación, paciencia y buen humor, bregaba con adolescentes «tróspidos» como yo en el Instituto de Roces, allá por el Pleistoceno. 

Muchas gracias por pasarte por aquí. 

¡Hasta el próximo post!