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¿Y si uso un traductor automático para mi página web?

 

Has llegado a un punto en el que necesitas que tu página web llegue a un mayor número de clientes y darte a conocer más allá de tus fronteras. Necesitas traducir tu página.

Muchos, te lo aseguro, te dirán que uses un traductor automático. Porque es gratis y rápido. Más que rápido... inmediato.

Pues es cierto: usar un traductor automático para traducir tu página web es una opción rápida y barata. Casi todos los portales proporcionan este servicio de forma gratuita, e incluso en algunos casos cuentan con un servicio premium que ofrece resultados de mayor calidad a un precio muy económico. Además, algunos navegadores como el omnipresente Google Chrome, ofrecen una opción de traducción automática que detecta cuándo una página está escrita en un idioma diferente al que tenemos predefinido y nos pregunta si deseamos traducirla a nuestra lengua.

Esta opción es útil en el caso de textos privados. Te permite conocer a grandes rasgos la información contenida en esa página y responde siempre al "mejor esto que nada".

Pero si estamos hablando de la página web de tu empresa, debes tener en cuenta otros factores. El primero, y más importante, es que esa web será tu carta de presentación ante tus futuros clientes online.

Si decides usar un traductor en línea o instalar plugins de traducción automática, tendrás a tu favor el bajo coste y la inmediatez en el resultado. Esto se consigue, no mediante un ejército de políglotas encerrados 24 horas en un sótano de algún páis remoto, como pueden pensar algunos :), sino a través de un software. Así que la principal desventaja que encontrarás es que resultará un texto sin un estilo concreto, con errores de concordancia en el género o el número, los tiempos verbales mal ajustados y errores de expresión. Olvídate también de cualquier frase hecha o expresión coloquial; serán traducidas de forma literal y hará que nos encontremos cosas como estas: 

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Pero si lo que deseas es un servicio adaptado a tus necesitades, que te garantice un texto coherente, ajustado a las normas lingüísticas y con el que puedas llegar a tus clientes de forma impecable, entonces, necesitas un traductor autónomo o una agencia de comunicación como Eword que cuente con traductores especialistas en diversas materias. Por supuesto, este servicio tiene un precio, muchas veces por debajo del que imaginas, pero es importante tener claro qué es lo que deseas para crecer antes de tomar una decisión a la ligera.

Porque nunca nos cansaremos de decir que en el marketing aplicado a la lengua, la forma cuenta, y mucho.

 

¿Por qué contratar a un corrector ortográfico o de estilo?

 

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¿No tienes claro qué es un corrector? No me extraña y me parece completamente normal.

Antes que nada, pido disculpas a aquellos y aquellas que hayáis entrado aquí buscando información sobre correctores de maquillaje ;). A mí también me interesan esos temas, pero en este blog no hablo de ellos.

A medida que vas contestando a las preguntas de amigos, conocidos y clientes, una va comprendiendo las principales dudas en cuanto a la existencia de este oficio. Las editoriales lo tienen claro y normalmente, saben lo que quieren. Sin embargo, en el caso de las pymes y los clientes particulares suele haber dudas  respecto a cuestiones que pueden parecer elementales, pero que no lo son. 

Por ello, aprovechando que inauguramos el blog, se nos ha ocurrido que podríamos dedicar esta primera entrada a responder unas cuantas preguntas habituales que, esperamos, también sirvan para que podáis conocer un poco mejor una de nuestras facetas.

Contrariamente a lo que se puede pensar, hasta hace unos cuantos años, eran pocos los que dudaban del trabajo de un corrector ortotipográfico o de estilo (a partir de ahora “corrector”). Seguramente no conocían la palabra concreta, pero sí que la mayoría de los textos que se publicaban, pasaban por “alguien” que eliminaba las faltas de ortografía y daba los últimos retoques al texto. No obstante, de unos años para acá, el mundo está lleno de gente que parece pensar que nuestra labor no tiene sentido y que somos perfectamente sustituibles por un programa de ordenador o una aplicación para el móvil. La crisis económica tampoco ayuda; el mundo editorial ha empezado por recortar en este sector y así, en la mayor parte de la prensa que leemos cada día, en las pequeñas editoriales, libros autopublicados o incluso en titulares de la televisión o la publicidad, pueden verse más faltas de ortografía que nunca. Las informalidad que parece que concede cualquier conversación escrita vía móvil, sea quien sea nuestro interlocutor, han convertido las faltas de ortografía y la mala redacción en algo tan habitual, que lo que ahora nos llama la atención es un wasap bien redactado (y ojo, esto no quiere decir ser pedante, no nos vayamos a los extremos ;)).

 

¿Por qué necesito que alguien me corrija la ortografía teniendo Word o un montón de aplicaciones maravillosas?

La respuesta es bastante sencilla: “porque un procesador de texto, como máquina que es, no piensa”. Los ordenadores pueden comprender qué es la normativa o la gramática , pero no la intención comunicativa. 

Por ejemplo, es habitual que aparezcan errores con el uso de la tilde diacrítica (esa que sirve para diferenciar palabras que se escriben igual, pero tienen significados distintos). La mayoría de los correctores automáticos no saben diferenciar entre dos tildes diacríticas, debido a que las dos palabras pueden tener coherencia en una frase concreta. Por el momento, hay miles de vacíos insalvables, que necesitan de un ser humano para darle calidad y coherencia al texto. Esta es la principal razón para contratar a un corrector.

 

Escribo genial. No cometo faltas de ortografía, ¿por qué necesito  un corrector?

Pues te felicito. Y aunque no lo creas, eres un valor en alza. Aun así, seguramente habrá momentos en tu vida laboral o personal que necesites un corrector. Dejando claro que nadie es perfecto, es cierto que “cuatro ojos ven más que dos”, y en el caso de documentos, escritos literarios, dosieres de empresa, publicidad, presentaciones, trabajos de fin de carrera… esfuerzo, en definitiva, del que esperas obtener algo. En este caso, una presentación cuidada y limpia de errores es fundamental y, en muchos casos, lo que te diferenciará del resto.

Incluso para las personas con una ortografía privilegiada no es lo mismo un texto privado (otro día, si os parece, hablaremos de lo fácil que resulta escribir bien un mail, según sea formal o informal y cómo mola recibirlo) que algo público, que permanecerá en el tiempo. Es por eso que hasta los más afamados escritores siempre acuden a un corrector (generalmente el mismo) para que corrija y pula su obra, eso sí, respetando siempre las directrices del autor.

Evitamos así que en el trabajo final aparezcan errores de coherencia, palabras homófonas, parónimos, etcétera. Porque de lo que se trata, al fin y al cabo, es de dotar al texto de un nivel de comunicación eficiente, para que llegue a su destinatario en óptimas condiciones y consigamos con él lo que pretendemos.

 

Aun así, voy a seguir utilizando el traductor de Google o un corrector como el de Signum…

Me parece muy bien. Son herramientas fantásticas, como muchas otras que los correctores y traductores también utilizamos en casos concretos, pero recordad que no van a trabajar por vosotros y tienen desventajas importantes que conviene tener en cuenta.

Y ahora sí. Ahora es cuando me toca a mí ir a echarme un poquito de corrector y unos polvos iluminadores.

Gracias a los que habéis leído hasta aquí.  !Hasta el próximo post!

 

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